Confiando en el pastor mentiroso

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Ahora que se llevan las consultas participativas, me voy a permitir lanzar un par de preguntas: ¿estamos todavía en crisis? Y en caso afirmativo, ¿vamos a permanecer en ella durante mucho más tiempo? Si preguntas a cualquier miembro del actual Gobierno, la respuesta será clara: solamente “no”. Dirá que ya estamos creciendo y generando empleo, que estuvimos en crisis durante la anterior legislatura pero que ellos son los superhéroes que han evitado la bancarrota del país. Sin embargo, si preguntas a una gran empresa, te dirá que percibe bastantes indicadores de mejoría, que aunque sin crecimiento en la zona euro, se han estabilizado los repuntes de la deuda periférica. Te dirá que la maquinaria del dinero de Mario Draghi  funcionando a pleno rendimiento les está permitiendo financiarse más barato y que las acciones de su empresa mantienen desde hace tiempo una tendencia alcista. Sería un “sí-no”. Pero, ¿y si le preguntas a una pequeña empresa? Si no ha muerto en su travesía por el desierto,  te dirá que se ha quedado coja, manca y tuerta, que  sus ventas siguen cayendo o están estancadas, que continúa sin acceso al crédito y que no tiene ninguna confianza en una inminente recuperación. Que su único objetivo es subsistir. Sería, más bien, un “sí-sí”.Entonces, ¿por  qué percepciones tan diferentes de la misma situación?

La respuesta de los primeros no merece mucho análisis. Son políticos. Son capaces de­­­ defender algo en lo que no creen a cambio de un puñado de votos. Para  unos nunca hubo crisis o al menos, no en España. Si la hubo, iba a ser muy corta, porque se podían contemplar brotes verdes allí donde mirases. Los otros prometieron bajar impuestos para luego subirlos en cuanto llegaron al poder. El año pasado decían que habían puesto en marcha un nuevo modelo basado en las exportaciones  y ahora que se les ha vuelto del revés la balanza de pagos, resulta que es la demanda interna la que nos está sacando de la crisis. Entre unos y otros empiezan a recordar al pastor de la fábula, que solicitaba auxilio a sus compañeros con el embuste del lobo para burlarse de ellos.

Las diferentes respuestas que darían las empresas en función de su tamaño vienen determinadas por las medidas que realmente se están tomando contra la crisis. La única medida de calado es la política monetaria expansiva que está llevando a cabo el BCE. Personalmente soy de la teoría de que el dinero es neutral en el largo plazo, un velo que no afecta a la variables reales de la economía, sino solamente a fenómenos monetarios como la inflación. Sin embargo, en el corto plazo, el aumento de la masa monetaria se queda en los mercados financieros sin alcanzar a la economía real. De ahí la diferencia en las respuestas entre la pequeña y la gran empresa. Desde mi punto de vista, tiene razón el BCE en recomendar políticas fiscales a los gobiernos. Las reformas laboral, fiscal y de las Administraciones Públicas, aunque con un buen fondo, han sido demasiado laxas. Se echan en falta medidas similares a las tomadas por Ronald Reagan en los años ochenta, con considerables reducciones de impuestos sobre el trabajo y el capital, desregulación de la actividad económica y reducción del gasto público para estimular una economía real herida de muerte.

Cuando por fin seamos capaces de tocar la tecla adecuada, independientemente de cuál sea,  será necesario añadir un ingrediente adicional para dejar atrás la devastadora crisis económica. Ese ingrediente mágico es la confianza.  Recuperar la confianza es necesario para que comencemos a dar pasos firmes en la dirección correcta. Sin confianza en nuestras instituciones, en el marco jurídico o en el entorno económico, es difícil que las empresas emprendan nuevos proyectos que les lleven a generar empleo, invertir en bienes de equipo o lanzarse a procesos de internacionalización. Sin confianza no volverá a repuntar el consumo privado. Sólo espero que, llegado el momento, los encargados de transmitirnos ese mensaje y los responsables de proporcionarnos esa confianza se hayan renovado. Necesitamos otros interlocutores para que el lobo no se coma nuestra confianza. Porque como reza la moraleja de la fábula,  “en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”

Pedro Romero

Socio Director en CFG. Pedro es Licenciado en Farmacia por la U.C.M y M.B.A. por el Instituto de Empresa. Ha desempeñado funciones de dirección de expansión internacional y gestionado proyectos en fondos de inversión. En CFG se ha especializado en análisis de proyecciones financieras, planes de negocio y procesos de refinanciación.

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